Una vez instalados en nuestra sala, comenzamos la tarea de ir buscando a los alumnos por las distintas dependencias del Hogar hasta tenerlos a todos listos para comenzar la actividad, les proponemos la idea de trabajar tomando como concepto "el otoño", sus colores, formas, texturas y sensaciones...!
La propuesta es ampliamente aceptada y de inmediato nuestros alumnos comienzan a llenar de formas y colores sus hojas en blanco.
Poco a poco van desplegando la paleta de colores y se va armando un clima cálido y acogedor, mientras van dando forma a cada una de sus obras y descubriendo nuevas aplicaciones de la técnica.
Comenzamos a colgar algunos trabajos a medida que van concluyendo e iniciamos el orden de los materiales para dar paso a la once, algunos abuelos piensan que se deben retirar y tenemos que advertirles que la rica torta "sin azúcar" en la mesa lateral es para compartir y hacer formalmente el cierre del curso, la presencia de la Hermana Isolina otorga el protocolo necesario para dar paso a algunas palabras de parte de los alumnos... sus sencillos pero hermosos agradecimientos van apretando mi garganta y humedeciendo mis ojos, debo hacer un gran esfuerzo para no dejar caer lágrimas, trato de responder a sus palabras con dificultad pues la emoción es casi incontenible, en mis años de labor docente no me habia sentido tan invadido por la calidez y gratitud mis alumnos expresada con tanta ingenuidad y afecto, mientras articulo algunas frases doy gracias a Dios por la posibilidad de hacer este servicio y voy reafirmando el real sentido del enseñar.
Para concluir y en representacion de los alumnos uno de ellos nos regala un hermoso rosario fabricado en uno de los talleres de manualidades, nos abrazamos y en silencio pactamos un acuerdo de amistad incondicional.
Regresamos a Concepción con la certeza de haber hecho un pequeño aporte en la vida de los abuelos y haber recibido un enorme cúmulo de cariño y energía para continuar trabajando y gestionando otros proyectos.