A medida que avanza la clase se van entusiasmando, algunos tararean mientras deslizan el pincel, conversan y compartimos algunas ideas y bromas.
De pronto me encuentro sentado junto a una de las abuelitas, escuchando su historia, sus tristezas, poco a poco sus ojos van mostrando el abandono, extraña su casa, sus cosas, sus hijos... debo hacer un esfuerzo para no flaquear... trato de justificar el porque no vienen..."deben tener mucho trabajo" le digo sin estar convencido... le aconsejo refugiarse en el Padre, ir a la capilla, rezar...!
Ella me comenta sus deseos de partir, casi no puedo contener las lágrimas... la abrazo y pego mi frente con su cabeza... de pronto pienso que afortunados somos, que agradecidos debemos estar con Dios por todo lo que nos regala cada día y recuerdo que esa tarde debo viajar a ver a mi madre.
Partimos de regreso con el corazón apretado, esperamos que para la próxima clase el sol entibie sus almas y les de un rayo de esperanza y alegría.
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